Fotografía de Óscar Bonilla, tomada del libro de Zibechi, Raúl: La revuelta juvenil de los 90: Las redes sociales en la gestación de una cultura alternativa

Otro 14 de agosto: Movilización y memoria del movimiento estudiantil uruguayo de 1996

En el año 1995 se planteó una reforma educativa impulsada por el sociólogo y director de Administración Nacional de Enseñanza Pública (ANEP), Germán Rama, y apoyada por el  gobierno de aquel momento presidido por Julio María Sanguinetti. El debate sobre esta reforma no tardó mucho en instalarse y fue creciendo con el paso del tiempo con enfrentamientos cada vez más fuertes entre defensores y críticos del planteo de Rama. 

El 14 de agosto de 1996, miles de estudiantes participaron de una marcha por los llamados “mártires estudiantiles”, tres jóvenes asesinados por la policía en medio de las intensas movilizaciones de 1968 en Montevideo. En ese contexto se gestó lo que que quizás fue la última serie de manifestaciones y agitación a gran escala que tuvo el país a nivel estudiantil, especialmente de secundaria y UTU. Aún sabemos poco de esos episodios de nuestra historia más reciente.

Fotografía de Óscar Bonilla, tomada del libro de Zibechi, Raúl: La revuelta juvenil de los 90: Las redes sociales en la gestación de una cultura alternativa

Mientras que en los días anteriores al 14 de agosto solo dos liceos se habían adherido a la idea de ocupar  locales educativos en  contra de la reforma, durante la marcha se empezó a conformar un mayor entusiasmo. Esto sirvió para animarse y dejar de lado el miedo a que esta táctica resultara en un fracaso. Así se fue logrando que muchos más estudiantes liceales y de UTU se unieran y manifestaran. La marcha tuvo como efecto un crecimiento en  la confianza de los gremios estudiantiles, a tal punto que al día siguiente muchos liceos fueron ocupados. Esto provocó que otros institutos se contagiaran de esta idea y optaran por hacer lo mismo. La cantidad de participantes fue de menos a más  pasando de cuatro a una treintena de institutos ocupados en todo el país.

Cada instituto tuvo sus idas y venidas. Algunos lograron resistir más tiempo a la desocupación que querían llevar a cabo las  autoridades educativas. La duración de las ocupaciones fue de 21 días promedio, pero las manifestaciones no pararon con el cese de las mismas. Todavía hubo eventos de protesta por un par de semanas más en contra de la reforma por su carácter “mercantil” y “autoritario” o “inconsulto”.

De todos modos, el movimiento se empezó a desdibujar por el propio paso de los días, el agotamiento por parte del estudiantado, el escaso diálogo con los políticos y la negativa de las autoridades  a establecer un debate nacional sobre la reforma. 

Aunque la participación en el movimiento estudiantil ya había aumentado por diversos factores desde el año anterior, la opinión pública fue sorprendida con estos acontecimientos de 1996. En los meses anteriores no parecía existir un presentimiento de lo que estaba por ocurrir. La primera movilización que captaron los medios de comunicación fue la del 14 de agosto y tuvo un desenlace que no se ajustaba a las ideas de espontaneidad, radicalismo y carácter minoritario que se solía asociar al movimiento. Tampoco las autoridades previeron lo que podía ocurrir. Tanto el clima de efervescencia como la participación fueron una sorpresa para todos los involucrados, incluidos los propios estudiantes. 

El impacto de las movilizaciones llevó a un cuestionamiento del actuar de las autoridades y también a un cuestionamiento fuerte a la reforma y como esta sería llevada a cabo. Por otra parte, quedó a la vista la “horizontalidad” con que se manejó el movimiento estudiantil, con votaciones y rotaciones de delegados en instancias de resolución de gran caudal de participantes. Esto demostró la necesidad de un espacio de participación de los jóvenes en ámbitos donde antes no tenían voz  y su intento de que estos espacios fueran autónomos y no estuvieran controlados por partidos políticos.

Más puntualmente, el papel que jugó la marcha del 14 de agosto en la organización y los modos de lucha de esos jóvenes mostró la duradera importancia de los procesos de transmisión de la memoria de las luchas pasadas como motor de sucesivas olas de protesta estudiantil en nuestro país.

Esta primera aproximación a los sucesos de 1996 forma parte de un proyecto colectivo para comprender mejor los ciclos y eventos de protesta protagonizados por estudiantes en Uruguay en la segunda mitad del siglo XX. En él participan, además del autor de esta nota, Camille Gapenne, Gabriela González, Cecilia Lacruz y Vania Markarian. El proyecto está financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica en el marco del grupo Archivos y Estudios sobre Historia Intelectual.

Paolo Venosa

Sugerencias bibliográficas

Graña, François. La movida estudiantil. Liceos ocupados: un aprendizaje de convivencia y democracia (Montevideo: Fin de Siglo, 1996).

Zibechi, Raúl. La revuelta juvenil de los 90: Las redes sociales en la gestación de una cultura alternativa (Montevideo: Nordan, 1997).