En el marco del trabajo que estamos realizando sobre la historia de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) y de cara a una nueva rendición de cuentas en la que una vez más no se logra cubrir las necesidades presupuestales de la Udelar, creemos pertinente compartir algunas de las inquietudes que pudimos identificar en los tres primeros boletines de la Asociación que salieron en julio, agosto y octubre de 1985.
ADUR se conformó como tal en mayo de 1984 tras un proceso en el que participaron varios grupos de docentes que de manera espontánea se unieron a medidas de movilización estudiantil, por la “recuperación de la Universidad para los universitarios” (Boletín nº 1). De esta manera se retomaba la actividad gremial iniciada con la Federación de Docentes Universitarios del Uruguay (FDUU) en 1964 que había sido desmantelada tras la intervención de la casa de estudios.

Un año después se habían organizado para editar una publicación periódica con el objetivo de difundir sus acciones y propuestas. El Boletín de ADUR es una de las publicaciones que se puede consultar en el AGU, en el archivo privado de Roberto Markarian y en la documentación donada por Ana María Ferrari, quien fuera la primera presidenta de la Asociación.
Una de las tantas consecuencias de la aplicación de la política del régimen dictatorial fue el deterioro de los salarios y la situación del cuerpo docente universitario no fue una excepción. En 1985 los sueldos universitarios eran “los más bajos de la enseñanza” (Boletín n° 1). Los docentes no solo habían visto reducido sus ingresos sino que además habían perdido derechos sociales que habían conquistado como trabajadores en el período anterior, en la década de 1960.
En ese sentido es elocuente un cuadro que indica claramente este deterioro desde 1973 a 1985 para los grados 5, 3 y 1.

En el contexto de la primera discusión de presupuesto de la transición democrática, los docentes organizados en ADUR se movilizaron reivindicando mayor presupuesto para la Universidad, a la vez que denunciaron e informaron a la opinión pública sobre la situación presupuestal en que la intervención había dejado a esa casa de estudios, que había afectado fuertemente las posibilidades de investigación, la función de enseñanza y el trabajo docente.
El reclamo de los profesores universitarios como trabajadores se unía a la defensa de la Universidad como institución y del rol que ésta estaba llamada a ocupar en la reconstrucción democrática.
Desde su Boletín de octubre de 1985 ADUR analizó cómo el presupuesto presentado por el Poder Ejecutivo adjudicaba a la Universidad apenas el 30 % de lo solicitado por esa casa de estudios. Ello suponía la imposibilidad de promover el retorno de científicos exiliados por la dictadura y de adquirir el equipamiento necesario para reactivar la investigación científica. Los fondos tampoco eran suficientes para crear nuevos cargos docentes ni ampliar la capacidad locativa de forma que posibilitara recibir un mayor número de estudiantes, luego de un contexto en que el acceso a la enseñanza superior se había visto muy limitado en la dictadura por la represión y persecución política, el cierre de servicios y el sistema de cupos de ingreso.
Consideraban que ADUR debía contribuir a conformar la fuerza social capaz de conquistar un presupuesto decoroso para la Udelar y valoraba el compromiso del orden estudiantil, junto con mencionar la creciente participación de los egresados en la vida universitaria, con lo cual se esperaba que también sería posible contar con ellos en el camino de las reivindicaciones. En ese sentido consideraban que “el papel de la lucha organizada […] será decisivo para la elevación de la educación, la salud, la vivienda y, en general, para las necesidades de nuestro pueblo que son responsabilidad de los servicios públicos, que necesitan de los recursos presupuestales que pretenden negarles las recetas recesivas del Fondo Monetario Internacional.” (Boletín n° 2). Frente a una línea económica que priorizaba el cumplimiento con el FMI, ADUR proponía una alternativa orientada a las necesidades populares -entre ellas la educación pública- y a un desarrollo a partir de la promoción de la ciencia y la tecnología nacional.
Para terminar este breve repaso de aquellos primeros tres números de un boletín que se configura como una valiosa fuente para acercarnos a las posturas de los docentes agremiados durante los años de transición democrática, recuperamos dos frases que siguen vigentes 37 años después.
“Todo docente lúcido y responsable debe participar en la batalla inmediata por el presupuesto universitario”.
“Un país que no apuesta a la enseñanza es un país que no apuesta al desarrollo” (Boletín n° 3)
Pía Batista / Mariel Balás