En este 20 de mayo: la memoria de los «mártires docentes»

En Uruguay, los 20 de mayo, desde 1996, se convirtieron en una fecha que convoca a diversos ejercicios de memoria acerca del terrorismo de Estado y las consecuencias de la experiencia autoritaria de la última dictadura cívico-militar. La fecha en que fueron asesinados cuatro militantes políticos uruguayos en Buenos Aires en 1976 ha dado lugar a una práctica de memoria que rebasó ampliamente el recuerdo de esas víctimas. Los estudios sobre memoria han llamado la atención acerca de la historicidad de estos fenómenos, mostrando, entre otras cosas, cómo las miradas sobre el pasado son construidas siempre desde el presente.

Este 20 de mayo, desde el AGU compartimos algunos apuntes sobre el proceso de construcción de memoria de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR). Este gremio acostumbra realizar homenajes a través de los nombres de sus convenciones. En 2023 no hubo una persona recordada en el título de la XXIII Convención –como era habitual–, sino que los homenajeados fueron los “mártires docentes”. Con ese gesto, ADUR señaló la existencia de un conjunto de docentes universitarios asesinados y desaparecidos durante la última dictadura y, a la vez, comenzó a utilizar el término “mártires” para referirse a esta condición.

El contexto en que se produjo este ejercicio de memoria fueron las conmemoraciones del 50º aniversario del golpe de Estado de 1973. Fue recién entonces que ADUR realizó un listado de cinco docentes que fueron asesinados o desaparecidos entre 1973 y 1978: Roberto Gomensoro, Ramón Peré, Fernando Miranda, Julio D’Elia y María Rosa Silveira. Las trayectorias docentes de cada uno fueron muy distintas.

Gomensoro trabajaba como ayudante de microbiología en la Facultad de Agronomía donde aún era estudiante; era militante de la Asociación de Estudiantes de Agronomía y pertenecía al Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T). Fue detenido el 12 de marzo de 1973 y su cuerpo apareció seis días después tras haber sido asesinado durante la tortura. Tenía 24 años. Sus restos fueron identificados recién en 2002.

Ramón Peré también era ayudante y estudiante: enseñaba histología  en la Facultad de Veterinaria. Tenía 28 años cuando fue asesinado por policías vestidos de particular cerca de esa Facultad. Era militante de la Asociación de Estudiantes de Veterinaria y del Partido Comunista del Uruguay (PCU).

Julio D’Elía fue secuestrado en Argentina en 1977 en el marco de acciones de coordinación represiva del Plan Cóndor y permanece desaparecido. Tenía 31 años, había sido militante del Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas y de Administración y consejero estudiantil. Luego fue docente de economía política y secretario de la gremial de docentes de la Facultad de Ciencias Económicas, creada en 1972. Perteneció a los Grupos de Acción Unificadora (GAU) y al comité del Frente Amplio de la FCEA. Se había exiliado en Argentina tras la intervención de la Universidad en octubre de 1973 luego que estallara un artefacto explosivo en la Facultad de Ingeniería y Agrimensura (FIA) donde falleció un estudiante que también militaba en los GAU.

María Rosa Silveira –la única mujer de esta lista– fue secuestrada en Buenos Aires en 1978 junto a un grupo de militantes del MLN-T cuando tenía 33 años. Había sido investigadora del Instituto de Economía (IECON) de la FCEA desde 1970 o 1971 en el equipo de coyuntura dirigido por Alberto Couriel y ayudante en las investigaciones sobre estructura financiera dirigidas por Samuel Lichtensztejn. A la vez era docente de economía en la FIA. De acuerdo a la información disponible, no tuvo militancia gremial y su pertenencia al MLN-T era desconocida por sus colegas del IECON que se sorprendieron cuando fue presa a principios de 1973. Se fugó en agosto de ese año, se exilió como muchos otros militantes de izquierda, primero en Chile y luego en Argentina.

Fernando Miranda desapareció con 56 años. A diferencia de los anteriores, tenía una trayectoria importante como docente universitario: era profesor titular de derecho civil en la Facultad de Derecho donde había sido consejero. Tenía militancia en el Partido Comunista y había sido electo edil en las elecciones de 1971. Fue detenido en noviembre de 1975 en el marco de la persecución al PCU conocida como Operación Morgan en la que desaparecieron diez militantes comunistas. Sus restos aparecieron en diciembre de 2005 en el Batallón de Infantería número 13 en el marco de los trabajos del grupo universitario de investigación en antropología forense.

Las trayectorias de estas personas muestran cómo su labor docente se combinó con la militancia política y, en el caso de los más jóvenes, con actividades estudiantiles. La condición de docentes convivió con otras identidades en las que la experiencia universitaria ocupaba un lugar importante. Hasta donde tenemos noticia, fue recién 50 años después del golpe de Estado que se los agrupó y se los recordó como un conjunto específico de víctimas.

Al nombrarlos como “mártires docentes” en 2023, ADUR se apoyó en una importante tradición en el medio universitario uruguayo. Por décadas, el movimiento estudiantil ha considerado a los y las estudiantes que perdieron la vida como consecuencia de la represión estatal como “mártires estudiantiles”. El asesinato del estudiante de odontología Líber Arce el 14 de agosto de 1968 fue la fecha que dio lugar a conmemoraciones y homenajes hasta nuestros días. El historiador Diego Sempol ha reconstruido cómo esa celebración fue cambiando hasta consolidarse en 1984 como “Día de los mártires estudiantiles” en el marco de una serie de restauraciones durante el proceso de transición a la democracia. Sin embargo, como también se reconstruyó en ese trabajo, ya en 1969 el 14 de agosto comenzó a constituirse en un “lugar de memoria” –de acuerdo a la expresión acuñada por Pierre Nora–, aunque en aquel contexto las conmemoraciones fueron múltiples y contenciosas. El trabajo de Sempol, que se inscribe en el frondoso campo de estudios sobre la memoria, es un buen ejemplo para pensar las condiciones en que se construyen las evocaciones sobre el pasado y su relación con los esfuerzos por configurar identidades en el presente. Como también señalaron trabajos como los de Vania Markarian, el término “mártir” en los años sesenta formó parte de una construcción del carácter heroico del sacrificio de la propia vida que no estaba necesariamente asociada a la idea de “víctima”. El nuevo contexto en el que se vuelve a usar el vocablo inevitablemente modifica algunos de estos sentidos y connotaciones.

En el caso de ADUR, el homenaje a los y las docentes víctimas de la represión estatal se inscribe en una serie de esfuerzos por recuperar la historia y las memorias de un gremio que ha estado escasamente presente en las representaciones del pasado de los colectivos universitarios uruguayos. El AGU participa de un proyecto de investigación cuyo objetivo es reconstruir la historia de esa organización, a contrapelo de la escasa visibilidad que ha tenido tanto para la historiografía de la universidad y del movimiento sindical, como para la memoria de los propios universitarios.

Bibliografìa
Diego Sempol, “De Líber Arce a Liberarse. El movimiento estudiantil uruguayo y las conmemoraciones del 14 de agosto (1968-2001)”, en: E. Jelin y D. Sempol (coords.), El pasado en el futuro: los movimientos juveniles, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.

Vania Markarian, Idos y recién llegados: la izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984, Ciudad de México, Correo del Maestro-Ediciones La Vasija, 2006.

Pierre Norá, Pierre Nora en Les lieux de mémoire, Montevideo, Ediciones Trilce, 2008.