Memoria del Rectorado, de Rafael Guarga

El Instituto Pasteur en Historias Universitarias

Los universitarios uruguayos solemos invocar el titular de Marcha “La Universidad es el país” en las más diversas situaciones. En agosto de 1968 fue sobre todo una defensa de la institución frente al avance autoritario, a tono con una cultura letrada que, especialmente en el contexto de las conflagraciones mundiales del siglo XX, se presentaba como todo lo opuesto a esos procesos de “barbarie”. Mientras la policía asesinaba estudiantes en las calles de Montevideo, el reclamo resonaba en muchísimos universitarios.

Además, la tapa de Marcha encapsulaba una serie de ideas de la promoción que entonces predominaba en el cogobierno de la Udelar acerca de la construcción histórica de su papel social. Algo había de intuitivo en la afirmación, dado que ésta era desde su fundación en 1849 la única institución de su tipo en  Uruguay y concentraba funciones que no estaban asociadas a la educación superior. En los años sesenta, mientras otros países de la región diversificaban las opciones en términos de público y privado, niveles, funciones y titulaciones, así como en su alcance territorial, no prosperó acá ninguna de las alternativas planteadas en esas direcciones. Masificada y tensionada por demandas políticas muy diversas, la institución cuestionó su papel de reproductora de los cuadros dirigentes y las élites profesionales pero no logró alumbrar la “universidad nueva” que soñaba la “generación reformista”. Luego vino una década larga de intervención autoritaria y escaso desarrollo académico. En 1984, con la autorización expresa del Poder Ejecutivo para fundar una universidad privada (y confesional), la Udelar terminó de perder su lugar exclusivo.

El retorno a la democracia trajo otras novedades, como el fortalecimiento del antes controvertido y raquítico Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicyt) en la órbita del Ministerio de Educación y Cultural y la creación del Programa de Desarrollo de Ciencias Básicas (Pedeciba), de gran relevancia en la formación de capacidades científicas nacionales hasta la actualidad. También cobró nueva importancia el viejo Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. La Udelar siguió siendo la institución de educación superior más importante del país, pero ya se insinuaba un sistema integrado de ciencia y tecnología.

Nuestra base de datos Historias Universitarias tiene sus orígenes hace más de dos décadas cuando la historiadora Blanca París de Oddone se propuso celebrar el sesquicentenario de la Udelar desde la mirada de su generación, la que había impulsado cambios antes de la dictadura y recobrado predominancia en la transición democrática. En 2015, al adoptar el proyecto bajo el formato digital actual, nos propusimos ampliar el repertorio de información relevante para entender una peripecia institucional que se nos presentaba necesariamente plagada de contradicciones, caminos truncos y memorias soslayadas. Ese proceso nos ha llevado a una revisión de las categorías y los contenidos que tratamos de abarcar. Ahora entendemos que para dar cuenta de las historias múltiples que ha albergado esta casa de estudios es necesario incorporar también espacios de producción de conocimiento que surgieron a veces en tensión y otras como complemento del lugar central que la Udelar ha tenido en la cultura uruguaya. Por eso decidimos ampliar la definición de “servicios e instituciones” para incluir experiencias que no se ajustan a sus confines institucionales pero que resultan imprescindibles para entender su evolución hasta el presente.

Hace unas semanas presentamos la ficha del Pedeciba y hoy publicamos la del Instituto Pasteur de Montevideo, que tan presente ha estado en las noticias sobre la pandemia de COVID-19. Es una institución fundada en 2004 a partir de la convergencia de esfuerzos de la Udelar, el gobierno uruguayo, el gobierno francés y el Institut Pasteur de París. En ambos casos comprobamos que nuestro acervo es también rico en información sobre esas experiencias académicas no estrictamente universitarias. Reafirmamos así que el trabajo historiográfico que hacemos desde el AGU apunta a seguir pensando una trayectoria plural, colaborativa y contingente, como la de todos los sistemas de ciencia y tecnología.