Campamento con niños del Centro Materno Infantil del Buceo, organizado por estudiantes de la Escuela Universitaria de Servicio Social en el balneario Las Flores, enero de 1962. La Gaceta de la Universidad, n. 21, octubre de 1962, disponible en anaforas.fic.edu.uy

La extensión universitaria ayer y hoy

Son múltiples las conexiones que tienen y han tenido los universitarios con problemas, sujetos y espacios que están fuera de la academia. Estas formas de vinculación han sido objeto de reflexión y de controversias a lo largo del tiempo. Muchas interrogantes pueden rastrearse en distintos debates que se han dado en las universidades latinoamericanas sobre estos temas: ¿Cuál es el rol de la universidad en otros ámbitos sociales? ¿Quiénes deberían ser los interlocutores privilegiados? ¿Cómo se consideran los saberes que no son fruto del trabajo académico? ¿Cómo se define una agenda de trabajo en este tipo de interacciones?

En la Universidad de la República este tipo de acciones, que habitualmente conocemos como actividades de extensión universitaria, son actualmente objeto de políticas específicas a las que se le destinan recursos y forman parte del quehacer de buena parte de los docentes y estudiantes. Esto se produce de forma más o menos conectada con las actividades de investigación, con o sin reconocimiento curricular de la participación de estudiantes en ellas y bajo distintas formas de entender la naturaleza de la propia extensión. Pese a estas controversias y a esta pluralidad de vertientes, la Udelar desarrolló, al menos desde la década de 1950, un proceso de institucionalización de la extensión y de las actividades en el medio. Hoy estamos compartiendo la incorporación a nuestro sitio Historias Universitarias, de una ficha redactada por el profesor Jorge Bralich que da cuenta de este proceso, de sus marchas y contramarchas. Allí se podrá rastrear una primera comisión presidida por Adela Reta, menos de dos años antes de que se aprobara la Ley Orgánica de 1958 que consagraría la vocación extensionista como parte de los fines de la institución. También se podrán reconstruir las dificultades que estos esfuerzos tuvieron, que no sólo estuvieron presentes durante la intervención de 1973, cuando la política de acción hacia el medio tuvo un importante giro, sin desaparecer, pero viendo afectado radicalmente qué se entendía por extensión.

Las controversias, que como tantas discusiones en las universidades del continente pueden rastrearse hasta el reformismo universitario de los primeros años del siglo XX, han llegado hasta nuestros días. Una y otra vez se discute acerca del tipo de actividades que se deben llevar a cabo, las estructuras que deben estar a cargo de su promoción o los recursos que se le destinan. De todos modos, los contextos de crisis son favorables a que se hagan visibles las contribuciones que pueden hacer los conocimientos que se cultivan en la Universidad para superar problemas de muy diversa índole. Una vez más, cobran importancia las formas en que se establecen conexiones entre la Universidad y el resto de la sociedad. En un informe sobre las acciones que lleva a cabo la Udelar para mitigar los efectos sanitarios y sociales de la pandemia de COVID-19, realizado por el Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio y publicado hace pocos días, se identificaron 155 acciones de muy variado tipo. Allí se defiende el papel que la Universidad debe desempeñar en una coyuntura de este tipo -recordando las respuestas universitarias a la crisis del 2002-, pero también se subraya la variedad de áreas sobre las que se llevan a cabo estas intervenciones. El aporte de Historias Universitarias a los estudios sobre la historia de las estructuras institucionales y de las políticas de extensión, busca contribuir a una mejor historia de la universidad uruguaya y latinoamericana.