Una de las mejores noticias que hemos tenido en estos días de emergencia sanitaria fue el incremento en la capacidad de hacer diagnósticos de COVID-19. Esto fue posible gracias a un grupo de investigadores que trabaja en el Institut Pasteur Montevideo y en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Al esfuerzo se sumaron el Ministerio de Salud Pública, varios laboratorios en la órbita de la Udelar y la Agencia Nacional de Innovación e Investigación (ANII).
Algunas de esas instituciones, como el Pasteur y la ANII fueron creadas en las últimas dos décadas, al igual que el laboratorio de virología molecular de Salto que fue parte del esfuerzo de descentralización de la Udelar. Un poco más atrás, en el período inmediatamente posterior a la transición democrática, la creación del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA) y de la Facultad de Ciencias fueron hitos relevantes para el desarrollo de la investigación y la formación de investigadores en el país.
Otra historia podría contarse si ampliamos el horizonte temporal y recurrimos a los repositorios que conserva el AGU para entender la historia de la virología en el Uruguay. Empecemos en 1895. Ese año, tras la propuesta del rector Pablo de María, el gobierno uruguayo creó un Instituto de Higiene Experimental en la Universidad. Su primer director, el higienista italiano Giuseppe Sanarelli, realizó uno de los hallazgos importantes de su carrera en Montevideo, al describir por primera vez la mixomatosis de los conejos en 1896. Sanarelli formaba parte de una red trasnacional de especialistas en esta área que estaban logrando importantes avances contemporáneamente, sobre todo en capitales europeas. Tras su regreso a Europa en 1898, donde continuó su carrera y llegó a ser rector de la Universidad de Roma, la dirección del Instituto recayó en Felipe Solari y en 1916 en Arnoldo Berta.
Las epidemias fueron contextos que promovieron la investigación en virología. Tras la pandemia de gripe de 1918-1919, se desarrollaron las primeras vacunas en Uruguay que resultaron eficaces para el tratamiento de la gripe. Además de diversas medidas de aislamiento, desinfección y control de la población por parte de las autoridades sanitarias, existieron iniciativas de solidaridad con los afectados. El Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay, fundado por Paulina Luisi -primera mujer médica uruguaya- en 1916, fue una de las organizaciones que desplegaron acciones de ayuda.
En 1941 el médico Estenio Hormaeche promovió desde la dirección del Instituto de Higiene, la creación de un laboratorio de virología donde se desarrollaron estudios sobre la vacuna anti-variólica, alastrim, varicela, lepra, influenza y viruela aviar. En esa década el Instituto comenzó a funcionar en un nuevo edificio en el Parque Batlle. Instituto de Higiene, un film producido por el Instituto de Cinematografía de la Universidad de la República (ICUR) en 1955, exhibe con orgullo el equipamiento, la organización del trabajo y las líneas que se desarrollaban entonces en el Instituto. La película original se conserva en el AGU y ha sido digitalizada por el Laboratorio de Preservación Audiovisual de nuestro servicio.
Un aspecto interesante de la historia de la virología médica es que no se desarrolló exclusivamente en laboratorios y aulas universitarias. Hasta avanzado el siglo XX participaron también otras instituciones públicas como el Servicio de Microbiología del Consejo Departamental de Montevideo y el Laboratorio de Suerología del Ministerio de Salud Pública. Fue una tarea que involucró a científicos y a profesionales de la salud humana y animal.
Se trata de una historia que no siempre es de grandes hallazgos. Muchas veces, una “adaptación” de protocolos elaborados en otros contextos provocan grandes impactos, como en el caso de los diagnósticos de COVID-19, pero también en el desarrollo de la vacuna antidiftérica a partir de resultados obtenidos algunos meses antes en París hacia mediados de la década de 1890.
Desde el AGU hemos tratado de comprender a la investigación científica desde la historia intelectual, incorporando en el análisis las condiciones materiales e institucionales en que se realiza la investigación, relacionando la incidencia de contextos más amplios en los productos concretos del trabajo científico y estudiando las formas de circulación de ideas y la interacción entre investigadores de distintas geografías. También la virología en el Uruguay, que por estas horas cuenta con una alta valoración pública, puede ser sometida a un trabajo de este tipo. Proponemos tratar de entender mejor los logros actuales a través de nuestro acervo histórico, haciendo uso del trabajo de digitalización que realizamos y de herramientas como el sitio web de información histórica sobre la Udelar Historias Universitarias que también llevamos adelante en el AGU.