La Universidad ayer y hoy
Hace más de setenta años, en 1948, luego de la Conferencia de Expertos Científicos organizado por UNESCO en Montevideo, un puñado de universitarios e investigadores uruguayos aunó voluntades con el afán de promover el desarrollo de una ciencia de factura nacional y fundó la Asociación Uruguaya para el Progreso de la Ciencia (AUPC). Transcurría la segunda posguerra y a lo largo y ancho del mundo se extendía el optimismo sobre las posibilidades de la ciencia para el desarrollo de los países. Con este entusiasmo e imbuidos por ideas de circulación global y regional sobre el rol social del conocimiento científico, esta generación de científicos creyó en que era posible generar capacidades científicas propias. La historia de esta asociación es poco conocida; menos se sabe sobre su rol pionero en el arduo y sinuoso camino hacia la institucionalización de la ciencia y la tecnología. La reseña que hoy incorporamos a nuestro sitio de Historias Universitarias, escrita por María Laura Martínez, nos abre una puerta para avanzar en el conocimiento de los sostenidos esfuerzos en pos del desarrollo de potencialidades científicas en nuestro medio para afrontar los problemas y desafíos que planteaba – y plantea- la realidad del país.
Este breve recorrido llama la atención sobre cómo este conjunto de científicos de generaciones, disciplinas y trayectorias institucionales diferentes pero también procedentes de diversas tradiciones político-ideológicas como Rafael Laguardia, Oscar J. Maggiolo, José Luis Massera, Rodolfo Tálice, Walter Hill, Estenio Hormaeche, Félix Cernuschi o Clemente Estable, por mencionar solo a algunos, encontraron un espacio de acuerdo respecto a la necesidad de estimular la investigación en todas las ramas de la ciencia basada en la obstinada confianza de que en un país pequeño, con escasa tradición de su comunidad científica, se podían y se debían generar las condiciones materiales para el progreso científico y tecnológico. La AUPC, en línea con las recomendaciones de la conferencia de UNESCO, se abrió entonces a las redes científicas regionales e internacionales, mientras llevaba adelante la titánica tarea de convencer a los poderes de turno de que el Estado debía fomentar la investigación científica y tecnológica, creando un organismo central de coordinación y planificación similares a los que existían en otros países, y financiando sus actividades.
Su rica historia ilumina además sobre el proceso que condujo a la instalación de este órgano nacional de coordinación científica, las diversas alternativas que se manejaron, los proyectos frustrados y abortados, las posturas, las más de las veces enfrentadas, que fueron asumiendo los actores involucrados y las polémicas en relación con los lineamientos de política científica que permiten observar las complejas imbricaciones entre el campo político y el campo académico y científico. También nos llama la atención sobre la centralidad de la Universidad de la República, donde se realizaba el grueso de la investigación del país a pesar de que aún mantenía sus rasgos profesionalistas originales. Eso también explica que parte de las polémicas y la labor de convencimiento tuviera lugar puertas adentro de esa institución.
En el AGU tenemos los archivos privados de varios de sus fundadores (Massera, Maggiolo y Laguardia). La documentación de la AUPC, que se encuentra en el Archivo de Rafael Laguardia custodiado por el AGU, se nos presenta así como un vastísimo y valioso muestrario de asuntos que fueron preocupación de la AUPC, y que continúan siendo campos fértiles de investigación. En su publicación oficial, Boletín de la Asociación Uruguaya para el progreso de la Ciencia, luego devenido en Revista de la Asociación Uruguaya para el progreso de la Ciencia, que tenemos la satisfacción de poner a disposición pública en versión digital, investigadores e interesados pueden encontrar opiniones y análisis sobre diversos temas que son parte del debate público en la actualidad: la naturaleza del conocimiento científico, la autonomía de la ciencia como defensa de la soberanía nacional, el papel del Estado en el financiamiento de la actividad científica, la profesionalización de la ciencia y el fomento a las dedicaciones totales.
Como nunca antes, Uruguay ha puesto en marcha todo su potencial científico para afrontar la actual situación de emergencia. Es claro, que éste es el resultado de décadas de acumulación de esfuerzos y recursos. Esta historia nos muestra el largo proceso de construcción de la institucionalidad científica en Uruguay, situándolo en un marco cronológico más amplio del que solemos considerar.
Desde el AGU nos ha interesado mostrar este aspecto de la producción de conocimiento en nuestro país. En próximas notas seguiremos aportando información y líneas de análisis de las instituciones que han fomentado la investigación y abierto el camino para los aportes científicos del presente.