Primera edición de la Revista Ariel (1919-1931). Publicación disponible en autoresdeluruguay.uy

A 150 años: José Enrique Rodó

Rodó nació en Montevideo el 15 de julio de 1871. Crítico literario, periodista, político y, especialmente, ensayista su obra fue y sigue siendo reconocida a nivel internacional. Aunque no llegó a concluir sus estudios universitarios, en 1898 fue designado por el entonces rector de la Universidad Alfredo Vásquez Acevedo como profesor del curso de Literatura de la Sección de Enseñanza Secundaria. Desde esa cátedra universitaria durante cuatro años cautivó con sus ideas a un selecto auditorio juvenil.

Sus primeros escritos de importancia –sin contar sus artículos en la Revista de Literatura y Ciencias Sociales – fueron publicados en 1897 en Vida nueva que recogía “El que vendrá” y “La novela nueva”. En 1899, su ensayo sobre “Rubén Darío” lo convertirá, de algún modo, en el crítico icónico del Modernismo, pero es en 1900 que aparece Ariel. Su obra más importante y con una inmensa repercusión en América Latina que lo vincula a la reacción latinoamericana frente a los EEUU y que denominará: la “nordomanía”.

La prédica espiritualista de Ariel frente al utilitarismo de la época y al modo de producción deshumanizante lo dedicó a la juventud de América Latina. Un mensaje, expresado a través del personaje shakesperiano de Próspero, en él exaltaba los valores espirituales de la cultura latina. Es ese mensaje reivindicatorio de lo latino, que Rodó encarna en la figura de Ariel, cala profundamente en el continente donde los jóvenes de las primeras décadas del siglo XX fundan centros culturales o revistas con el nombre del espíritu alado que celebra Rodó a través de su ensayo. Sabido es cómo la prédica del “Maestro de la juventud” resonó en ámbitos universitarios, al punto de convertirse en referencia intelectual del movimiento reformista surgido en Córdoba, Argentina, en 1918, con ecos a lo largo y ancho del continente latinoamericano. Ariel fue el nombre de muchas revistas estudiantiles y universitarias de esos años, entre ellas la que sacó el centro homónimo de estudiantes de derecho de la universidad uruguaya liderados por Carlos Quijano.

Tapa del primer número de Ariel (1919), la revista del centro Ariel inspirada en el pensamiento de Rodó. Disponible en anaforas.fic.edu.uy

Pero Rodó fue más que su Ariel. Hombre inquieto y preocupado por su país, en 1901 forma parte de la unificación del Partido Colorado del que será elegido en ese año como diputado. Actividad que lo lleva a enfrentarse al presidente José Batlle y Ordoñez y a polemizar, a partir de la decisión de que se saquen los símbolos cristianos de los hospitales públicos, en 1909 Liberalismo y jacobinismo donde expresa su pensamiento liberal y tolerante. Abandonará la actividad política en 1911 luego de un largo período como parlamentario.

El maestro de la juventud de América, de Eugenio Petit Muñoz. Publicación disponible en autoresdeluruguay.uy

Para entonces Rodó es una figura intelectual notoria en el ámbito nacional e internacional siendo nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de España. Su obra como periodista en medios uruguayos, argentinos y de varios países latinoamericanos continúa al igual que la publicación de sus grandes libros de ensayos: Motivos de Proteo (1909), El mirador de Próspero (1913) y el póstumo El camino de Paros (1918).

Figura fundamental de la Generación del 900 su obra sigue presente a pesar del tiempo y de las polémicas posteriores a su muerte. Rodó no fue sólo el autor de Ariel, fue un pensador, un político y un intelectual que marcó su tiempo y sigue siendo un referente para algunas corrientes de pensamiento de hoy en día. Dialogó con su tiempo desde una fuerte defensa de valores que lo llevaron a enfrentar el materialismo del imperio que comenzaba a asomar en el mundo. Su viaje final a una Europa en plena Guerra Mundial –sobre la que escribirá en Caras y Caretas– no le impide descubrir las bellezas de Pompeya y de la magna Grecia en Sicilia donde acabará su vida un 1ero. de mayo de 1917. 

La fecha, no elegida, presenta una paradójica coincidencia: un mundo se cerraba y otro comenzaba a surgir. Rodó fue un símbolo de esa transición global que, de otro modo, también había comenzado a vivir su Uruguay. Un país que dejaba atrás las guerras civiles y se encaminaba a una modernización propia. Muere en un momento en que los impulsos renovadores del siglo van a ser frenados por quienes tenían miedo de lo nuevo y se aferraban al pasado. No llegó a vivirlo, en el Hotel des Palmes de Palermo –en que se hospedaba y en el que su vida terminaba- hay una placa que recuerda que Wagner escribió Parsifal en el mismo hotel. Hay otra también en homenaje al huésped uruguayo. Tiempos y sitios de memoria bisagra para su querida Europa y para su amado Uruguay.

Hugo Achugar