En un nuevo aniversario de la promulgación de la Ley Orgánica de la Universidad proponemos un acercamiento a los vínculos del movimiento estudiantil uruguayo con el peronismo argentino en los mismos años en que se discutió la carta orgánica. La colaboración del historiador Fernando Adrover nos permite conocer algunos episodios de las disputas políticas que se dieron en torno a estos vínculos en el contexto de la Guerra Fría.
El peronismo tuvo entre 1945 y 1955 un impacto muy importante en Uruguay. Fue en función de ese movimiento argentino que sectores partidarios uruguayos definieron sus identidades políticas, diversos actores construyeron discursos sobre la nación y los peligros que la amenazaban, o bien encontraron en él un modelo disponible en la formulación de orientaciones nacionalistas y antiimperialistas de derecha. El antiperonismo fue mayoritario pero existieron también importantes sectores filoperonistas en el país, a los que el gobierno de Perón apoyó y financió.
En aras de una injerencia que sus críticos denunciaron como una “infiltración peronista” en Uruguay, el gobierno argentino desplegó una intensa labor de propaganda por prensa y radio, mantuvo estrechos lazos con el sector herrerista del Partido Nacional y sectores del movimiento obrero nucleados a partir de 1950 en la CGT uruguaya. También buscó establecer vínculos con el movimiento estudiantil universitario a través de programas de becas y la financiación de publicaciones al margen de la FEUU, como la revista ¡Ataque! publicada por estudiantes de la Facultad de Derecho.
No obstante, el movimiento estudiantil fue mayormente refractario a esta influencia. La FEUU mantenía vínculos de solidaridad con la Federación Universitaria Argentina (FUA) y desde 1945 denunciaba los ataques de los gobiernos de Farrell y Perón a la autonomía universitaria y la represión a estudiantes. En virtud de estos vínculos de solidaridad, sostenidos durante todo el ciclo peronista, la FEUU mantuvo un inalterable compromiso en el repudio al gobierno argentino. Se organizaron movilizaciones en rechazo a la represión de las movilizaciones estudiantiles argentinas en agosto y setiembre de 1945, a la intervención de las universidades en mayo de 1946, y a la detención y tortura del estudiante Ernesto Bravo en el marco de las movilizaciones de mayo de 1951 en Buenos Aires. En ese contexto se creó un Comité de Enlace de la FEUU para el apoyo a la FUA.
Esto no impidió que el movimiento estudiantil uruguayo, dada su plataforma tercerista de no alineamiento a ninguno de los bloques enfrentados en la Guerra Fría, fuera asociado con el peronismo y su tercera posición por parte de sus detractores. Incluso, cuando la FEUU buscaba diferenciar su orientación del justicialismo de forma muy explícita, como queda claro en el editorial de Jornada de agosto de 1952, titulado “Nuestra tercera posición”.
La confusión deliberada entre la tercera posición peronista y el tercerismo del movimiento estudiantil fue parte de los usos políticos del antiperonismo por sectores de derecha liberal-conservadora, autodefinidos como antitotalitarios, y en menor medida por el socialismo de Emilio Frugoni, que interpretaba como “extraviadas” las definiciones antiimperialistas de la juventud. Dicha asociación buscaba el desprestigio de los sectores estudiantiles que se encontraban movilizados en reclamo de la autonomía universitaria y del combate a la orientación panamericanista del país en política exterior.
Un sonado episodio, que ocupó el debate público, fue el conflicto entre la Juventud del Ateneo de Montevideo y su directiva. Esta última, muy comprometida con la alineación panamericanista de Uruguay y el anticomunismo de Guerra Fría, hizo un llamado a la intervención de tropas uruguayas en la guerra de Corea, lo que motivó el rechazo de la sección juvenil de la institución, expresado en términos terceristas. Tras sucesivos choques entre ambas posturas entre agosto de 1950 y abril de 1951, la sección juvenil fue disuelta y sus integrantes expulsados del Ateneo. Los jóvenes del Ateneo guardaban estrechos vínculos con la FEUU, y uno de los líderes expulsados fue el dirigente de esa gremial José Claudio Williman. Su órgano oficial, Jornada, defendió a la juventud ateneísta y criticó a los “gerontodemócratas” del Ateneo.


“Principios y artillería”/ “Víctor Dotti”, Jornada, octubre de 1950, p. 4.
Todo esto ocurría mientras se debatía en el Parlamento una reforma constitucional y los estudiantes se movilizaban en las calles para lograr la consagración de la autonomía de la Universidad. La huelga estudiantil en setiembre y octubre de 1951, los choques de los huelguistas con la policía en el Palacio Legislativo y la Facultad de Derecho, acrecentaron la tensión. Legisladores de la lista 14 del Partido Colorado y el nacionalismo independiente cuestionaron con dureza los “excesos”, la actitud “desorbitada” de los estudiantes, que fue comparada con la asonada comunista en el cine Trocadero de 1948. En julio de 1952, la prolongación de un conflicto en la Facultad de Agronomía iniciado luego que en 1949 el Consejo Central Universitario interviniera esa casa de estudios, llevó a la prensa de derecha –entre la que se destacó El País– a cuestionar la perniciosa politización de la vida universitaria, la pretensión estudiantil de crear mediante la autonomía “un Estado dentro de nuestro Estado” (El País, 7/6/1952, p. 3), una institución infiltrada por el totalitarismo. La campaña prosiguió en setiembre, cuando la Sala de Estudiantes de Arquitectura emitió un pronunciamiento contra un grupo de profesores, en el que se combinaron críticas a la postura docente respecto del plan de estudios de la Facultad y a su apoyo al TIAR. El Consejo de la Facultad censuró a los estudiantes y la prensa de derecha amplificó las críticas de algunos docentes a lo que denunciaban como un “17 de octubre peroniano” (Actas del Consejo de la Facultad de Arquitectura, 12/9/1952, f. 232) protagonizado por los estudiantes terceristas.
En setiembre de 1952, a raíz de una huelga del transporte metropolitano y sucesivas huelgas de solidaridad, el gobierno aplicó medidas prontas de seguridad, durante las que fueron expuestos los vínculos de los agregados obreros argentinos con algunos sindicatos. En ese contexto fue impulsada por el Ateneo de Montevideo la constitución del Movimiento Antitotalitario del Uruguay (MADU), en el que confluyeron batllistas, blancoacevedistas, cívicos y nacionalistas independientes, junto a diversas personalidades de la cultura autoidentificadas como antitotalitarias. El MADU, que pronto extendió sus filiales por el interior del país y en especial en la frontera litoral, tenía como uno de sus principales objetivos “sacar a los jóvenes estudiantes de la ‘tercera posición’”, adoptar una postura militante para “recuperar” a la juventud del país (El País, 12/9/1952, p. 4). Algunos de los militantes del MADU, como Plinio Torres y Víctor Dotti fueron muy activos en este combate al tercerismo estudiantil. Este último fue uno de los principales impulsores del Movimiento Estudiantil Democrático Antitotalitario (MEDA), cuyo objetivo era disputar la influencia de la FEUU entre los estudiantes. Esto le valió duras críticas de Jornada y motivó un reto a duelo por parte de Dotti a los dirigentes estudiantiles Carlos M. Gutiérrez y Efraín Margolis. El MADU, por otra parte, reclamó con insistencia a los poderes públicos el establecimiento de un certificado de fe democrática que sirviera como instrumento para depurar al profesorado de elementos totalitarios, tanto comunistas como peronistas. No debe olvidarse que esta pugna con el tercerismo se dio en un contexto en el que el Parlamento discutía la aprobación de un tratado de asistencia militar suscrito por el Poder Ejecutivo con Estados Unidos.
La idea de una infiltración peronista en el movimiento estudiantil, de una identificación de su tercerismo con la tercera posición del justicialismo, fue movilizada –al igual que en relación al movimiento obrero– para legitimar iniciativas represivas contra una movilización gremial que los partidos de derecha consideraban como una usurpación al lugar preeminente de los partidos en la vida política. Tras 1951, durante un ciclo de protesta que se consolidó como un hito de la memoria del movimiento estudiantil, existía una creciente desconfianza en algunos sectores sobre lo que se veía como una peligrosa politización de los estudiantes y el alcance de la autonomía universitaria. Al mismo tiempo se reaccionaba contra el cuestionamiento de la orientación de política internacional sobre el que se había alcanzado un amplio consenso político, sólo objetado por la voz disidente de herreristas, comunistas y los estudiantes e intelectuales terceristas. Señalar en el movimiento estudiantil su presunta infiltración totalitaria y sus vínculos espurios con poderes extranjeros, permitía legitimar la represión estatal y desacreditar la impugnación de la orientación panamericanista de la política exterior del país.
Fernando Adrover
Bibliografía
Califa, Juan Sebastián, “La militancia estudiantil en la Universidad de Buenos Aires entre golpe y golpe, 1943-1955”, en: Buchbinder, Pablo; Califa, Juan Sebastián, Millán, Mariano (comps.), Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino (1943-1973), Buenos Aires: Final Abierto, 2010.
Oddone, Juan; París de Oddone, Blanca, Historia de la Universidad de la República. Tomo II. La Universidad del militarismo a la crisis, 1885-1958, Montevideo: Ediciones Universitarias-Udelar, 2010.
Real de Azúa, Carlos, Tercera posición, nacionalismo revolucionario y Tercer Mundo. Una teoría de sus supuestos. Vol. 1, Montevideo: Cámara de Representantes-República Oriental del Uruguay, 1996.
Ruiz, Esther (coord.), Una poderosa máquina opuesta a la ignorancia. 100 años de la Facultad de Agronomía, Montevideo: Hemisferio Sur, 2007.
Solari, Aldo, “El tercerismo en el Uruguay”, en: Real de Azúa, Carlos, Tercera posición, nacionalismo revolucionario y Tercer Mundo. Una teoría de sus supuestos. Vol. 3, Montevideo: Cámara de Representantes-República Oriental del Uruguay.
Van Aken, Mark, Los militantes: una historia del movimiento estudiantil universitario uruguayo, Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, 1990.